miércoles, 28 de julio de 2010

Testimonio de Rufina Amaya – El Mozote, 1981.

Rufina Amaya Sobreviviente de la masacre El Mozote.

Les quiero compartir el testimonio de la compañera sobreviviente de la masacre de El Mozote, gracias a un primo me di cuenta de este excelente texto tomado de una pagina de Internet, espero que les sea de mucho interés para recordar a tantos compañeros que fueron acecinados injustamente.
Me llamo Rufina Amaya, nací en el cantón La Guacamaya del caserío El Mozote. El once de diciembre del año 1981 llegó una gran cantidad de soldados del ejército. Entraron como a las seis de la tarde y nos encerraron. A otros los sacaron de las casas y los tendieron en las calles boca abajo, incluso a los niños, y les quitaron todo: los collares, el dinero. A las siete de la noche nos volvieron a sacar y comenzaron a matar a algunas personas. A las cinco de la mañana pusieron en la plaza una fila de mujeres y otra de hombres, frente a la casa de Alfredo Márquez. Así nos tuvieron en la calle hasta las siete. Los niños lloraban de hambre y de frío, porque no andábamos con qué cobijarnos.
Yo estaba en la fila con mis cuatro hijos. El niño más grande tenía nueve años, la Lolita tenía cinco, la otra tres y la pequeña tan sólo ocho meses. Nosotros llorábamos junto a ellos. A las siete de la mañana aterrizó un helicóptero frente a la casa de Alfredo Márquez. Del helicóptero se apearon un montón de soldados y entraron donde estábamos nosotros. Traían unos cuchillos de dos filos, y nos señalaban con los fusiles. Entonces encerraron en la ermita a los hombres. Nosotros decíamos que tal vez no nos iban a matar. Como la ermita estaba enfrente, a través de la ventana veíamos lo que estaban haciendo con los hombres. Ya eran las diez de la mañana. Los tenían maniatados y vendados y se paraban sobre ellos; a algunos ya los habían matado. A esos los descabezaban y los tiraban al convento. A las doce del mediodía, terminaron de matar a todos los hombres y fueron a sacar a las muchachas para llevárselas a los cerros. Las madres lloraban y gritaban que no les quitaran a sus hijas, pero las botaban a culatazos. A los niños que lloraban más duro y que hacían más bulla eran los que primero sacaban y ya no regresaban.
A las cinco de la tarde me sacaron a mí junto a un grupo de 22 mujeres. Yo me quedé la última de la fila. Aún le daba el pecho a mi niña. Me la quitaron de los brazos. Cuando llegamos a la casa de Israel Márquez, pude ver la montaña de muertos que estaban ametrallando. Las demás mujeres se agarraban unas a otras para gritar y llorar. Yo me arrodillé acordándome de mis cuatro niños. En ese momento di media vuelta, me tiré y me metí detrás de un palito de manzana. Con el dedo agachaba la rama para que no se me miraran los pies.
Los soldados terminaron de matar a ese grupo de mujeres sin darse cuenta de que yo me había escondido y se fueron a traer otro grupo. Hacia las siete de la noche acabaron de matar a las mujeres. Dijeron “ya terminamos” y se sentaron en la calle casi a mis pies. “Ya terminamos con los viejos y las viejas, ahora sólo hay esa gran cantidad de niños que han quedado encerrados. Allí hay niños bien bonitos, no sabemos qué vamos a hacer”. Otro soldado respondió: “La orden que traemos es que de esta gente no vamos a dejar a nadie porque son colaboradores de la guerrilla, pero yo no quisiera matar niños”.
“Si ya terminaron de matar a la gente vieja, vayan a ponerles fuego”. Pasaron los soldados ya con el mátate de tusa de maíz y una candela prendida, y le pusieron fuego a las casas donde estaban los muertos. Las llamas se acercaban al arbolito donde yo estaba, y me asustaban las bolas de fuego. Tenía que salir. Se oía el llanto de un niño dentro de la fogata, porque a esa hora ya habían comenzado a matar a los niños. “—Anda ve, que a ese hijueputa no lo has matado”. Al ratito se oyeron los balazos.
Escuché que los soldados comentaban que eran del batallón Atlacatl. Yo conocía a algunos de ellos porque eran del lugar. Uno era hijo de Don Benjamín, que era evangélico. A Don Benjamín también lo mataron. En esa casa había más de quince muertos. Seguro que el muchacho vio cuando lo mataban, porque ahí andaba él, y también otro al que le decían Nilo.
“Mira, aquí habían brujas y pueden salir del fuego”. Uno de ellos se me sentaba casi a los pies. Yo del miedo no respiraba. Podía escuchar su conversación: “Hemos terminado de matar toda esta gente y mañana vamos a La Joya, Cerro Pando…”
Cerca de la una de la mañana uno dijo: “Vamos a comer algo a la tienda”, y escuché los ruidos de botellas. Yo no tenía más salida que para allá, porque hacia acá estaba lleno de soldados. Era un poco difícil salir. Estuve como una hora pensando para dónde me podía escapar.
Como a los animales les gusta la luz y allí había bastante ganado, unos terneros y unos perros se acercaron al fuego. Yo le pedí a Dios que me diera ideas para ver cómo iba a salir de allí. Me amarré el vestido, que era medio blanco, y fui gateando por medio de las patas de los animales hasta el otro lado de la calle, que era un manzanal. Me tiré a rastras bajo el alambrado, así como un chucho, y quedé sentada del otro lado a ver si oía disparos, pero no se escucharon. Sólo se oía gritar a los niños que estaban matando. Los niños decían: “¡Mama nos están matando, mama nos están ahorcando, mama nos están metiendo el cuchillo!” Yo tenía ganas de tirarme de vuelta a la calle, de regreso por mis hijos, porque conocía los gritos de mis niños. Después reflexionaba, pensaba que me iban a matar a mí también. Me dije: “será que tienen miedo y por eso lloran. Tal vez no los vayan a matar, tal vez se los lleven y algún día los vuelva a ver”. Como uno no sabe lo que es la guerra, yo pensaba que quizás los podría ver en otra parte.
“Dios mío, me he librado de aquí y si me tiro a morir no habrá quién cuente esta historia. No queda nadie más que yo”, me dije. Hice un esfuerzo por salir de ahí; me corrí más abajo por la orilla del manzanal, me arrastré, bajé del alambrado y me tiré a la calle. Ya no llevaba vestido, pues todo lo había roto, y me chorreaba la sangre. Bajé a un lomito pelado; entonces quizás vieron el bulto que se blanqueaba. Me hicieron una gran disparazón, y corrí a meterme en un hoyito. Allí me quedé hasta el siguiente día, porque eran ya las cuatro de la mañana. A las siete todavía se escuchaban los gritos de las muchachas en los cerros, pidiendo que no las mataran. A las ocho de la mañana vi marchar soldados del lado de Ojos de María, La Joya y Cerro Pando. Iban en grandes grupos. Yo pensaba en mi hoyito que me podían descubrir, porque estaba cerquita de la calle. Como cosa de las tres de la tarde, ellos subieron de regreso. Ya en La Joya y Cerro Pando se miraba una gran humazón. Todo humo negro. Yo estaba en medio y pedía a Dios que me diera valor para estar allí. A las cinco de la tarde los soldados treparon para arriba. Se llevaban los cerdos y las gallinas. Todo se lo llevaban. A las siete de la noche me dije: voy a salir a buscar un río, porque tenía sed. Conocía bien ese lugar porque ahí me había criado. Y así escapé, cruzando las quebradas en lo oscuro y rompiendo el monte con la cabeza. Atravesé por casas en las que sólo había muertos. Llegué cerca del río como a las diez de la noche. Allí me quedé en una casita de zacate. Lloraba largamente por los cuatro hijos que había dejado.
Estuve ocho días en ese monte. Sólo bajaba a tomar un trago de agua a la orilla del río y me volvía a esconder.
Así estaba cuando una niña me encontró. Ella venía arrastrando un costalito y entonces escuché una voz que le decía “¡apurate, Antonia!” porque ellas iban a traer el maíz a esa casita donde yo dormía. Pensé “Dios mío, aquí está la familia de Andrés”.
Entonces yo les salí al camino por donde iban a pasar y me senté para que me vieran, porque yo no tenía ganas de hablar. Ya me había puesto un suéter y un pantalón viejo que había hallado en una casa, porque me daba pena andar sin ropa. La niña le dijo “¡Mama, allí está la Rufina!”. Cuando me vieron, se asustaron. Ellos sabían que yo vivía en el mero Mozote. Y como habían visto la gran humazón, pensaron que todos estaban muertos. Entonces Matilde corre, me abraza, me agarra y me dijo: “Mire, ¿cómo fue Rufina? ¿Qué pasó donde nosotros? ¿Y mis hermanos? Lo que yo le puedo decir es que a toditos los mataron”. Empezamos a llorar juntas y ella me dijo: “Pues usted no se va a ir para ninguna parte. Se queda con nosotros”. Las dos llorando, pues yo no podía decirle más ni ella a mí. “Vamos a mi cueva junto a la quebrada”, me dijo. Me llevaron a bracete porque yo tenía siete días sin comer ni beber nada. Cuando llegamos a la cueva donde se habían escondido, vi una mujer bien maciza que lloraba a gritos porque a sus hijos también los habían matado. Toda la tarde lloré con esa familia.
Como a los quince días me tomaron una entrevista; me fueron a buscar al lugar en donde estaba, porque se dieron cuenta que yo había salido. No puedo decir quiénes eran, pues yo no entendía en ese momento, pero eran personas internacionales. Después de que me tomaron esa entrevista fuimos a El Mozote para ver si yo veía a mis hijos. Vimos las cabezas y los cadáveres quemados. No se reconocían. El convento estaba lleno de muertos. Quería hallar a mis niños y sólo encontré las camisas todas quemadas.
Después nos fuimos para Arambala y allí estuvimos con una familia hasta que casi un año después, en el 82, marché para los campamentos del refugio en Colomoncagua, donde se encontraba más gente que andaba huyendo. Al principio no comía ni bebía. Me daban jugos de naranja a la fuerza, porque yo pasaba el día llorando por mis niños. Yo había quedado sola, pues a mis hijos me los habían matado y a mi compañero de vida también.
Hasta entonces nunca hubo amenazas. Un día pasaron unos aviones que tenían luces verdes y rojas. Al siguiente se oyeron morteros, y ya en la tarde entraron y mataron a la gente. Si nosotros hubiéramos sospechado que nos iban a masacrar, nos hubiéramos ido de allí. Creyeron que nosotros colaborábamos con la guerrilla, pero ni los conocíamos. No había de esa gente allí.
Después de seis meses fui recuperando mi vida. Encontré a la otra hija que tenía, que ya era casada y vivía en otro lugar. Si hubiera vivido conmigo también hubiera sido masacrada. Siquiera uno de mis hijos había quedado. Empecé a comer, mi hija lloraba junto a mí para que comiera y tuviera ganas de vivir. Después estuve en Colomoncagua por siete años y me volví para acá. Allí estuve mejor. Una no deja de sentir el dolor por sus hijos, pero ya dentro de una comunidad se siente un poco más tranquila. Más tarde tuve a la otra niñita, que es la que me consuela ahora. Comencé a tener amistades y a tener fortaleza. Al ver la injusticia que habían hecho con mis hijos, yo tenía que hacer algo. La que me daba más sentir era la niña de ocho meses que andaba de pecho. Me sentía los pechos llenos de leche, y lloraba amargamente. Empecé a recuperar mi vida, me integré a trabajar con la comunidad y estuve seis años allá. Me sentía más fuerte porque compartía mis sentimientos con otras personas.
Todo fue un error. Nosotros vivíamos de la agricultura, de trabajar; habíamos estado moliendo los cañales, haciendo dulces. No creíamos que podía llegar una masacre a ese lugar, porque allí no había guerrilla. Quienes habían estado eran los soldados. Apenas hacía un mes que habían salido. A un señor que se llamaba Marcos Díaz, quien tenía una tienda, dos días antes de la masacre le habían dejado pasar camionadas de alimentación.
Siento un poco de temor al hablar de todo esto, pero al mismo tiempo reflexiono que mis hijos murieron inocentemente. ¿Por qué voy a sentir miedo de decir la verdad? Ha sido una realidad lo que han hecho y tenemos que ser fuertes para decirlo. Hoy cuento la historia, pero en ese momento no era capaz; se me hacía un nudo y un dolor en el corazón que ni hablar podía. Lo único que hacía era embrocarme a llorar.


Rufina AmayaHabitante de El Mozote. A los 38 años, milagrosamente sobrevivió a la masacre que le arrebató a su esposo y sus hijos. Durante una década fue ante el mundo entero la más elocuente testigo de lo sucedido en El Mozote. Murió el 6 de marzo del 2007, tras un paro cardíaco, por padecimientos diabéticos

martes, 27 de julio de 2010

COMPAÑEROS CAIDOS EN LA LUCHA...HASTA LA VICTORIA SIEMPRE

EN EL MES DEL GUERRILLERO HEROICO, CAMARADA "CHE GUEVARA", en el El Salvador y en muchas partes del mundo se recuerdas a miles y miles de héroes y mártires que ofrendaron su vida por un futuro en justicia y dignidad!...Por nuestros desaparecidos y mártires caídos: ¡Porque el color de la sangre jamás se olvida!...NI PERDON NI OLVIDO!!!...TODA UNA VIDA DE LUCHA!!!.







Conmemoración del 13 Aniversario del Asesinato de Paco Cutumay



Comandante CHANA


Herbert Anaya Sanabria defensor de los derechos humanos


Lil Milagro


Melida Anaya Montes (Cmdte. Ana María)












Gustavo Marcelo Rivera

Ambientalista de Cabañas


Compañeros Manzanares-Monjarás su crimen no quedara impune


Genocidio Indígena


Hugo José Agosti, desaparecido


POR ESTOS MUERTOS O DESAPARECIDOS...LA LUCHA CONTINUA!.Imposible mencionar a tantos y tantas muertos y desaparecidos...Una deuda impagable que medio sana haciendo justicia!.



Basta de represión en América Latina!!!


"Primero se llevaron a los comunistas pero a mí no me importó porque yo no era; después a los obreros pero como yo no era tampoco me importó; después detuvieron a los sindicalistas pero a mi no me importó porque yo no soy sindicalista; luego apresaron a unos curas pero como yo no soy religioso tampoco me importó. AHORA ME LLEVAN A MI, PERO YA ES TARDE."Bertolt Brecht


"QUE NUESTRO PADRE SOL, ETERNO TESTIGO DE LOS TIEMPOS, NOS ILUMINE SIEMPRE DE PIE, JAMÁS ARRODILLADOS:

viernes, 23 de julio de 2010

REFLEXIONA



El sistema capitalista está en completa bancarrota, bajo este sistema los obreros, campesinos, pequeños comerciantes y jóvenes de este país no tenemos ningún futuro. Estamos en un periodo turbulento enmarcado por la crisis económica, las guerras imperialistas y revoluciones. Es necesario construir las fuerzas del marxismo en El Salvador y a nivel internacional. Necesitamos compañeros que nos ayuden unete a la lucha...

jueves, 22 de julio de 2010

CONMEMORACIÓN DE LA MASACRE EL CARRASCO Y LA TIGRA.

Restos de los cuerpos masacrados por el ejército Militar en el conflicto armado.


El día sábado 17 de Julio fui invitado a participar en la celebración de conmemoración que todos los años hacen en San Francisco Echeverría, en el Municipio de Tejutepeque Departamento de Cabañas.

Fue una experiencia muy impactante, ya que se rescata la memoria historia de esas dos masacres, fue un acto muy interesante ya que se narro y se dramatizo lo sucedido en esas dos masacres.

Uno de los testimonios que sufrió esa inhumana tragedia relataba que los soldados del ejercito militar (no se sabe concretamente si fue en atlacatl o el atonalt) los dividían por familias y luego separaban a los hombres a un lado, mujeres a otro lado y a las mas jovencitas las violaban y las mataban, separando tambien a los niños indefensos para luegor segar con sus vidas.

Ya cuando tenian todos separado, los colocaban en filas en las paredes de los baños de la escuela para dispararles, ya muertos los hacían pedazos con corvos para después meterlos en los servicios sanitarios de hoyo que dicha escuela tenian, había casos que iban personas vivas y así las metían a ese lugar y les prendían fuego para que murieran.

Fueron unos testimonios bien duros que los familiares y habitantes del lugar brindaban a todas las personas que ese día habían llegado a conocer lo que en ese lugar había ocurrido.

Eran impactantes las imágenes que se podían observar mires unas fotografías del lugar:

Este es un monumento donde aparecen los nombres de las personas masacradas en el tiempo de guerra.



Es la pared donde colocaban a todas las familias para fusilarlas se pueden ver los calibres de un G-3 y M-16


Acá ya es dentro de los servicios sanitarios donde metían a las personas muertas y otras vivas.


Mensajes que los habitantes dejan para recordar a sus seres queridos y se pueden observar el tipo de calibre que mato a mucha gente inocente







viernes, 9 de julio de 2010

LO QUE DEBE SER UN JOVEN COMUNISTA

Ernesto "Che" Guevara


Octubre 1962

Lo que debe ser un Joven Comunista


La Unión de Jóvenes Comunistas tiene que definirse por una sola palabra: “Vanguardia”. Ustedes, compañeros, deben ser la vanguardia de todos los movimientos, los primeros en estar dispuestos para los sacrificios que la Revolución demande, cualquiera que sea la índole de estos sacrificios; los primeros en el trabajo, los primeros en el estudio, los primeros en la defensa del país. Y plantearse esta tarea no solo como la expresión total de la juventud de Cuba, no solo como una tarea de grandes masas vertebradas en una institución, sino como las tareas diarias de cada uno de los integrantes de la Unión de Jóvenes Comunistas.

Y para ello hay que plantearse tareas reales y concretas, tareas de trabajo cotidiano que no pueden admitirse el más mínimo desmayo... ...

La organización es la clave que permite atenazar las iniciativas que surgen...

Si no existe la organización, las ideas, después del primer momento de impulso, van perdiendo eficacia.

Van cayendo en la rutina, van cayendo en el conformismo y acaban por ser simplemente un recuerdo...

Al mismo tiempo, todos y cada uno de ustedes deben plantearse que el ser Joven Comunista, el pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas, no es una gracia que alguien les haga.

Ni es una gracia que ustedes hagan al estado o a la Revolución.

El pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas debe ser el más alto honor de un joven de la sociedad nueva.

Debe ser el honor por el que luchen en cada momento de su existencia.

Y además, el honor de mantenerse y mantener alto el nombre individual dentro del gran nombre de la Unión de Jóvenes Comunistas debe ser un empeño constante también...

Hoy la defensa del país sigue ocupando el primer lugar en nuestros desvelos. Pero no debemos olvidar que la consigna que guía a los Jóvenes Comunistas [“el estudio, el trabajo y el fusil”] está íntimamente unida entre sí, que no puede haber defensa del país solamente con el ejercicio de las armas, con estar prestos a la defensa.

Que además debemos defender el país construyéndolo con nuestro trabajo y preparando los nuevos cuadros técnicos para acelerar mucho más su desarrollo en los años venideros...

El estudio a todos los niveles es también hoy una tarea de la juventud; el estudio mezclado con el trabajo...

Pero es muy importante esta tarea, porque no es solamente la Unión de Jóvenes Comunistas, no son solo los Jóvenes Comunistas los que dan en esta tarea.

Reciben, y en algunos casos reciben más de lo que dan. Reciben experiencias nuevas: una nueva experiencia del contacto humano, nuevas experiencias de cómo viven nuestros campesinos, de cómo es el trabajo y la vida en los lugares más apartados, de todo lo que hay que hacer para elevar aquellas regiones al mismo nivel que las ciudades y que los campos en los lugares más habitables.

Reciben entonces experiencia y madurez revolucionaria...

Y deben recibir siempre y recibir con respeto la voz de esa experiencia.

Pero la juventud tiene que crear.

Una juventud que no crea es una anomalía realmente.

Y a la Unión de Jóvenes Comunistas le ha faltado un poco de espíritu creador.

Ha sido a través de su dirigencia demasiado dócil, demasiado respetuosa y poco decidida a plantearse problemas propios...

Pero es que nosotros, y nuestra juventud con todos nosotros, está convaleciendo de una enfermedad que afortunadamente no fue muy larga pero que influyó mucho en el retraso del desarrollo de la profundización ideológica de nuestra revolución.

Estamos todos convalecientes de ese mal llamado sectarismo.

Y, ¿a qué condujo el sectarismo? Condujo a la copia mecánica: condujo a los análisis formales; condujo a la separación entre la dirigencia y las masas...

Si nosotros, también desorientados por el fenómeno del sectarismo, no alcanzábamos a recibir del pueblo su voz, que es la voz más sabia y más orientadora, si no alcanzábamos a recibir las palpitaciones del pueblo para poder transformarlas en ideas concretas, en directivas precisas, mal podíamos dar esas directivas a la Unión de Jóvenes Comunistas...

El compañero Fidel hizo serias críticas de extremismos y de expresiones, algunas tan conocidas por todos ustedes como

“¡La ORI es candela!”,

como

“¡Somos socialistas, palante y palante!”


Todas aquellas cosas que criticara Fidel, y que ustedes conocen bien, eran reflejo del mal que gravaba nuestra revolución...

Y así debemos definir y analizar todos nuestros organismos objetivamente para seguir limpiando.

Saber que todavía caminamos con pasos vacilantes para no caernos, para no tropezar e irnos al suelo; conocer nuestras debilidades para aprender a resolverlas; conocer nuestras flaquezas para liquidarlas y adquirir más fuerzas.

Esta falta de iniciativa propia se debe al desconocimiento durante un buen tiempo de la dialéctica que mueve los organismos de masas, el olvidarse que los organismos como la Unión de Jóvenes Comunistas no pueden ser un simple organismo de dirección, algo que mande directivas constantemente hacia las bases y que no reciba nada de ellas.

Se pensaba que la Unión de Jóvenes Comunistas, o todas las organizaciones de Cuba, eran organizaciones de una sola línea, una sola línea que iba desde la cabeza hacia las bases, pero que no tenía un cable que retornara y trajera la comunicación de las bases...

...Y ahí hay que trabajar, porque deben ir formándose nuevas generaciones que tengan el interés máximo en trabajar y sepan encontrar en el trabajo una fuente permanente y constantemente cambiante de nuevas emociones: hacer del trabajo algo creador, algo nuevo.

Y eso es lo que hay que hacer; acordarse de que el trabajo es lo más importante. Perdónenme si insisto una y otra vez, pero es que sin trabajo no hay nada. Todas las riquezas del mundo, todos los valores que tiene la humanidad son nada más que trabajo acumulado. Sin eso no puede existir nada...

Yo creo que lo primero que debe caracterizar a un Joven Comunista es el honor que siente por ser Joven Comunista, ese honor que lo lleva a mostrar ante todo el mundo su condición de Joven Comunista, que no lo vuelca en la clandestinidad, que no lo reduce a fórmulas sino que lo expresa en cada momento, que le sale del espíritu, que tiene interés en demostrarlo porque es su timbre de orgullo. Junto a eso, un gran sentido del deber, un sentido del deber con nuestra sociedad que estamos construyendo, con nuestros semejantes como seres humanos y con todos los hombres del mundo.

Eso es algo que debe caracterizar al Joven Comunista. Al lado de eso, su gran sensibilidad ante todos los problemas, su sensibilidad frente a la injusticia, su espíritu inconforme cada vez que surge algo que está mal, lo haya dicho quien lo haya dicho.

[Aplausos]

Plantearse todo lo que no se entienda, discutir y pedir aclaración de lo que no esté claro, declararle la guerra al formalismo, a todos los tipos de formalismos. Estar siempre abiertos para recibir las nuevas experiencias, para conformar la gran experiencia de la humanidad que lleva muchos años avanzando por la senda del socialismo a las condiciones concretas de nuestro país, a las realidades que existen en Cuba.

Y pensar todos y cada uno cómo ir cambiando la realidad, cómo ir mejorándola.

El Joven Comunista debe plantearse ser siempre el primero en todo, luchar por ser el primero, sentirse molesto cuando en algo se ocupa otro lugar, y luchar por mejorar, por ser el primero. Claro que no todos pueden ser los primeros. Pero sí entre los primeros, en el grupo de vanguardia. Eso debe ser ejemplo vivo, de ser el espejo donde se miren los compañeros que no pertenezcan a las Juventudes Comunistas, de ser el ejemplo donde se puedan mirar los hombres y mujeres de edad más avanzada que han perdido cierto entusiasmo juvenil, que han perdido cierta fe en la vida y que frente al ejemplo reaccionan siempre bien. Esa es otra tarea de los Jóvenes Comunistas. Junto a eso, un gran espíritu de sacrificio, no solamente para las jornadas heroicas sino para todo momento, sacrificarse para ayudar al compañero en las pequeñas tareas, para que cumpla su trabajo, para que pueda hacer sus deberes en el colegio, en el estudio, para que pueda mejorar de cualquier manera. Estar siempre atento a toda la masa humana que lo rodea. Es decir, hay algo que se plantea: la exigencia a todo Joven Comunista es ser esencialmente humano, y ser tan humano que se acerque a lo mejor de lo humano.

Que purifique lo mejor del hombre a través del trabajo, del estudio, del ejercicio de la solidaridad continuada con el pueblo y con todos los pueblos del mundo.

Que se desarrolle al máximo la sensibilidad para sentirse angustiado cuando se asesine un hombre en otro rincón del mundo y para sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad.

[Aplausos]

El Joven Comunista no puede estar limitado por las fronteras de un territorio.

El Joven Comunista debe practicar el internacionalismo proletario y sentirlo como cosa propia y acordarse y acordarnos nosotros, Jóvenes Comunistas y aspirantes a comunistas aquí en Cuba, que somos un ejemplo real y palpable para toda Nuestra América.

Y más aún que para Nuestra América, para otros países del mundo que luchan también en otros continentes por su libertad, contra el colonialismo, contra el neocolonialismo, contra el imperialismo, contra todas las formas de opresión de los sistemas injustos.

Acordarse siempre de que somos una antorcha encendida, de que nosotros todos somos el mismo espejo que cada uno de nosotros individualmente es para el pueblo de Cuba, y somos ese espejo para que se miren en él los pueblos de América, los pueblos del mundo oprimido que luchan por su libertad. Y debemos de ser dignos de ese ejemplo. Y en todo momento y a toda hora debemos ser dignos de ese ejemplo.

Eso es lo que nosotros pensamos que debe ser un Joven Comunista.

Y si se nos dijera que somos unos románticos, que somos unos idealistas inveterados, que estamos pensando en cosas imposibles y arquetipo humano, nosotros le tenemos que contestar una y mil veces que sí, que sí se puede. Que estamos en lo cierto.

Que todo el pueblo puede ir avanzando, ir liquidando las pequeñeces humanas como se han ido liquidando en Cuba en estos cuatro años de revolución, ir perfeccionándose como nos perfeccionamos todos día a día, liquidando intransigentemente a todos aquellos que se quedan atrás...

Y tiene que ser así, y debe ser así, y será así, compañeros.

[Aplausos]

Será así porque ustedes son Jóvenes Comunistas, creadores de la sociedad perfecta, seres humanos destinados a vivir en un mundo nuevo, donde todo lo caduco, todo lo viejo, todo lo que represente la sociedad cuyas bases acaban de destruirse habrá desaparecido definitivamente. Para alcanzar eso, hay que trabajar todos los días, trabajar en el sentido interno de perfeccionarse, de aumentar los conocimientos, de aumentar la comprensión del mundo que nos rodea, de inquirir y averiguar, y conocer bien el porqué de las cosas y el plantearse siempre los grandes problemas de la humanidad como problemas propios.





Esto es lo que en realidad tiene que ser un joven comunista, ese joven que siempre tiene que ser el primero en todo, ser un joven de vanguardia, estar dispuesto ah anteponer sus necesidades personales y velar por los beneficios de los demas, asi que jovenes tenemos que ser jovenes de vanguardia, ser los primeros en todos y nunca los ultimos.

jueves, 8 de julio de 2010

UN POEMA DE LENIN




Trastornados los elementos y los hombres,
Los corazones oprimidos por una inquietud oscura,
Jadeaban los pechos de angustia,
Resecas las bocas se cerraban.

Mártires por millares han muerto en las tempestades sangrientas,
Pero no en vano han sufrido ellos lo que han sufrido, su corona de espinas.

En el reino de la mentira y de las tinieblas,
Por entre esclavos hipócritas,
Ellos han pasado como las antorchas del porvenir.

Con trazo de fuego, con un trazo indeleble,
Ellos han grabado entre nosotros la vía del martirio,
Y en la carta de la vida, han estampado el sello del oprobio
Sobre el yugo de la esclavitud y la vergüenza de las cadenas…

Rosas rojas nacieron de la sangre ardiente,
Flores de purpura se abrieron,
Y sobre las tumbas olvidadas
Trenzaron coronas de gloria.

Tras el carro de la libertad,
Y blandiendo la bandera roja,
Fluían multitudes semejantes a ríos,
Como el despertar de las aguas con la primavera.

Los estándares rojos palpitaban sobre el cortejo,
Se elevo el himno sagrado de la libertad
Y el pueblo canto con lágrimas de amor
Una marcha fúnebre para sus mártires.

Era un pueblo jubiloso,
Su corazón desbordaba de esperanza y de sueños,
Todos creían en la libertad que venía,
Desde el sabio anciano hasta el adolecente.

Pero el despertar sigue siempre al sueño.

La realidad no tiene piedad.

Y ala beatitud de las ensoñaciones y de la embriaguez
Sigue la amarga decepción.

Las fuerzas de las tinieblas se agazapaban en las sombras,
Reptando y silbando en el polvo.

Esperaban.

Y repentinamente hundieron sus dientes y sus bocas sucias,
Bebían la sangre calida y pura,
Cuando los inocentes amigos de la libertad,
Agotados por penosas caminatas,
Fueron cogidos por sorpresa, somnolientos y desarmados.

Se esfumaron los días de luz,
Los reemplazo una serie interminable y maldita de días negros.
La luz de la libertad y el sol se extinguieron.
Una mirada de serpientes acecha en las tinieblas.

Los asesinatos crapulosos, los pogromos, el lodo de las denuncias,
Son proclamados actos de patriotismo,
Y el rebaño negro se regocija con un cinismo sin freno.

Salpicada con la sangre de las víctimas de la venganza,
Muertas de un pérfido golpe
Sin razón ni piedad,
Victimas conocidas y desconocidas.

En medio de vapores de alcohol, maldiciendo, mostrando el puño,
Con botellas de vodka en las manos, multitudes de granujas,
Corren, como tropel de bestia,
Haciendo sonar las monedas de la traición,
Y bailan una danza de apaches.

En el combate desigual
Cayeron victimas sin nombre por la liberación del trabajo.
Sus miradas llamean de amenazas…

¡Marchad, marchad, campesinos!
Vosotros no podéis vivir sin la tierra.
¿Os estrujaron los señores,
Os oprimirían aun por mucho tiempo?

¡Marchad, marchad, estudiantes!
Muchos de vosotros serán sagrados en la lucha.
¡Cintas rojas envolverán los ataúdes de los que hayan caído!

¡Marchad, marchad, hambrientos!
¡Marchad, oprimidos!
¡Marchad, humillados,
Hacia la vida libre!

¡El yugo de las bestias reinantes es nuestra vergüenza!
¡Expulsemos a las ratas de sus madrigueras!
¡Al combate, proletario!
¡Abajo todos los males!
¡Abajo el zar y su trono!

Ya brilla la aurora de la libertad estrellada
Y expande su llama.
Los rayos de la felicidad y de la verdad
Aparecen ante los ojos del pueblo.
El sol de la libertad
Nos ilumina a través de las nubes.

Extirpemos de la raíz
El poder de la autocracia.
¡Morir por la libertad es un honor,
Vivir en las cadenas es una vergüenza!
Echemos por tierra la esclavitud,
La vergüenza del servilismo.
¡Oh, libertad, dadnos
La tierra y la independencia!


Gregory Alexinsky